Marla Jacarilla provoca empatía. Eso es lo que
salí pensando la primera y, de momento, única vez que la vi. Su trato hacia
aquel que la escucha derriba las barreras del artista concebido como Genio
situado en el Panteón divino. Ella es sencilla como sencillo es su arte. Y
seguramente aquí es donde reside la capacidad que tiene para poder mantener una
conexión simbiótica con quien contempla y descubre su obra, aquel que la
recibe.
En un mundo que navega entre el Net.art, el vídeo,
la instalación, la performance o la fotografía, Marla tiene la capacidad de
reunirlo todo y aplicar la vía artística sobre la literatura. No es una
división entre los dos. No es una escisión. Tampoco es una forma de mostrar las
diferencias. Es un intersticio. La artista se sitúa en un lugar particular
creado por ella misma donde arte y literatura se fusionan, donde ella se ve
capacitada para pasear y para dar lugar a su creación.
A partir del objeto literario, Marla engendra el
objeto artístico. Es decir, el objeto literario es concebido de forma artística
hasta que las dos materias se fusionan. Y todo con un propósito: presentar
realidades. La idea que unifica la obra de la artista es intentar que aquel que
experimenta o contempla sus creaciones, aquel que las absorbe o que es
absorbido por ellas, despierte de un mundo donde le han colocado para pensar
que únicamente existe una realidad posible. Lo que hace Marla es mostrar que
hay otras formas de concebir las cosas, que la literatura está llena de matices
gracias a la riqueza de la lengua y al ingenio del autor, un ejecutante que
dice más de lo que puede llegar a saber.
Estos diferentes niveles de interpretación de un
mismo concepto literario surgen a partir de la experimentación. Sabiendo que el
fracaso es una posibilidad y aceptando éste como parte del proceso artístico,
Marla inicia un camino desde un texto y da como resultado múltiples opciones,
en función de la naturaleza del objeto artístico. Es capaz de deformar el texto
primigenio, rehacerlo, destruirlo, convertirlo en imagen, llevarlo a su
ejecución o trabajarlo hasta darse cuenta de que está errando en el intento.
A lo largo de toda su obra encontramos una
constante: subjetivismo. Si al principio decíamos que Marla provoca empatía es
precisamente por su libertad a la hora de entrar y salir del texto cuando le
place y de la forma en que le place. Seria hipócrita pensar que pueden existir
diferentes realidades si el propio sujeto no experimenta una de ellas. Pero no
comete este error. Su obra artística nace de la experiencia, del trato con los
textos, del recuerdo amable o hiriente que éstos generaron. Reproduce
sensaciones desde su “yo” que otros que reciben su obra también han podido
sentir con esos mismos textos sobre los que ella trabaja. Es por esto que
conecta, porque establece un discurso de tú a tú, de igual a igual, en el que
acepta al sujeto del otro sin olvidar el suyo propio. Este discurso subjetivo
explota en las creaciones donde ella misma narra los textos que crea.
Para entender más a qué nos referimos con el
“sujeto Marla”, podemos dividir sus obras en dos grupos. Podríamos escoger
cualquiera de su amplia creación pero estas que ahora pasamos a describir son
las que más se adaptan para comprender las dos vías que sigue. Estos dos grupos
se dividen entre las obras que ella crea a partir de otros sujetos y las obras
donde son los otros los que pueden dar forma a lo que ella propone.
Por tanto, del primer grupo, de esas donde se
sirve de otro sujeto, podemos destacar Si sólo son libros y 101
retratos al azar de algunos usuarios del subsuelo. En la primera obra,
Marla interpreta diferentes fragmentos de libros que han sido importantes para
ella a lo largo de su vida. Esto da lugar a fotografías, ilustraciones o
dibujos en base a lo que se explica. La segunda obra tiene más relación con el
sujeto humano, donde ella crea 101 historias que imaginó a partir de personas
que vio en el metro. Es en este primer grupo donde la artista, como sujeto, se
deja influir por su propia experiencia y crea un objeto artístico que podrá
conectar fácilmente con el que lo recibe. Cualquiera se puede sentir
identificado con el libro que ella interpreta o con la vida narrada de otro.
Del segundo grupo, de aquellas obras donde es el
otro el que decide sobre la idea de Marla, encontramos Las bifurcaciones
electivas. A través de vídeos, el receptor puede recorrer, de forma
fragmentada, la biografía de un personaje inventado. Es él quien decide la
experiencia, quien decide el rumbo que toma la historia, relacionándose al
mismo tiempo con diversas obras y escritores. La obra lleva, pues, a la
reflexión sobre la creación literaria y la forma de composición de los autores.
Entonces: ¿escritora o artista? Sería complicado
encuadrar a Marla Jacarilla en uno de estos dos universos. Y, de hecho, no lo
haré. Porque a partir de su obra es capaz de demostrar que la literatura y el
arte pueden unirse. La fragmentación, el hipertexto, la libre interpretación,
la creación desde cero o la recreación son unas constantes que Marla utiliza a
lo largo de su obra. No es cuestión de pincel o lápiz, lienzo o folio de papel.
Es la posibilidad que tiene la artista actual de tomar un concepto y llevarlo a
la práctica, trabajarlo hasta llegar a la creación artística como no se había
hecho todavía. Y esto de tú a tú, sin que ningún Genio ocupe el intersticio
donde el receptor es invitado por Marla para vivir una experiencia y descubrir
otra realidad.
Charlie W.
Aquí os dejo un enlace a la web de Marla donde podréis descubrir gran parte de su obra.
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