¡Basta ya! Me enerva soberanamente el libre uso
que se le lleva dando al término kitsch en los últimos años. Está más que
claro que vivimos en el mundo de la desinformación y lo único que hace la
sociedad es emponzoñar más la cultura cuando ya hace tiempo que le ha dado la
espalda. Últimamente, digo que yo no soy médico y por ello no hablo de medicina. Pero como sí tengo una mínima idea de lo que es el arte, puedo atreverme a
aclarar qué es lo que mal llaman Kitsch.
Partiendo de una base historicista –cosa que odio
pero que me veo forzado a ejecutar– lo kitsch nace en Europa a lo largo de la
era industrial, sobretodo hacia finales del siglo XIX. Los campesinos que se
trasladaron a las ciudades empezaron a adquirir tiempo libre gracias, o no, a
la jornada laboral. Y decidieron que debían disfrutar del ocio al que
únicamente se había dedicado la gente de bien, los burgueses. Fue en esta
necesidad de rellenar horas cuando la cultura empezó a degradarse. No critico
al pueblo que pedía divertirse, pero su poca y reciente alfabetización
provocaron que el arte se masificara, vaciándose de contenido y dedicándose al
consumo.
Maxfield Parrish The Dinky-Bird 1904 |
Por lo tanto, el Kitsch nace en una sociedad llana
que busca colocarse al nivel de la clase alta pero sin tener que pasar por una
educación artística. Surgen, pues, múltiples pintores que se dedican a
mecanizar su obra para acercarla al pueblo y hacérsela comprensible. Además,
los llamados “nuevos ricos” contribuyeron en potenciar este arte desprovisto de
espíritu. Vaya, si nos remitimos al posible término iniciático, etwas
verkitschen, viene a decir algo así como “sentimentalización”. De lo que se
encargaba era de suprimir cualquier elemento profundo de la obra para
transmutarlo en una simpleza comprensible. Como afirmaría Greenberg, era mucho
más sencillo acceder a lo que Repin ilustraba con sus personajes a descubrir la
espiritualidad de Picasso. El Kitsch se crea específicamente para ser kitsch.
¿De dónde viene, entonces, todo aquello que llaman
kitsch y no lo es? Del mismo pueblo que no era capaz de comprender un arte que
iba más allá de la imagen. Con ese avance del consumismo y esa cultura de masas
imperante, el término kitsch se banalizó –si no era ya banal en su nacimiento–
y se empezó a denominar kitsch a todo aquello que a la sociedad le era
apetecible. Desde las estampas de Alphonse Mucha a la música pop, pasando por
el cine de John Waters, se ha pretendido meter años de cultura popular en el
mismo saco kitsch, sin ser kitsch nada de lo que he nombrado.
Como muy bien definiría Susan Sontag, aquello que
desprende por si sólo un aura de cultura popular y no nace, como el Kitsch, con
esa pretensión, es el olvidado Camp. Ese es el término que se ha confundido y
destruido. El Camp nace a raíz del objeto en sí. Mientras que Maxfield Parrish
hacía un arte kitsch para que la sociedad comprendiera y aceptara su obra,
Félicien Rops, terrible simbolista, no tenía ni idea de que su obra podría ser
denominada como Camp cien años después de su creación.
Lámpara Tiffany |
En una enumeración de elementos que configura
la propia Susan Sontag, considero que hay uno que puede hacer más entendible
este hecho: las lámparas Tiffany. La casa de joyería más preciada de los
Estados Unidos se dedicó a elaborar unas lámparas refinadas y muy trabajadas a
las que sólo podía acceder una clase adinerada. Y su imagen se ha vuelto tan
popular que cualquiera puede adorar una de estas lámparas y querer llevársela a
casa. Por eso pertenecen a lo Camp, porque acaban siendo parte de la cultura
popular, pero no nacen en ella. Si las lámparas Tiffany fueran kitsch, como se
las ha considerado junto a miles de cosas, los nuevos ciudadanos las podrían
haber adquirido tiradas de precio en cualquier tienda de cualquier país
europeo.
Myra Breckinridge, el teatro de Oscar Wilde, los flamencos rosas de
jardín, Star Wars, la muerte de Laura Palmer, el toro de Osborne, una travesti, la Piedad
de Bouguereau, Lola Flores, los vídeos virales de Youtube, Alaska haciendo de Bruja Avería, una camiseta de la Mona
Lisa o la furgoneta Volkswagen. Absolutamente todo ello forma parte de lo
Camp. Desprende por sí solo una esencia que nos llama, que en la pura imagen de
ello ya sabemos que puede pertenecer a nosotros y que somos capaces de hacerlo
nuestro.
Elizabeth Taylor en Cleopatra |
Así pues, el único punto donde podríamos confundir
el Kitsch con el Camp es en el artificio, en el efecto inmediato que provocan
en el espectador, en esa forma fácil y sintética en la que nos llega, en lo
predigerido. Pero, sin olvidar, que el Kitsch se crea para ello y el Camp surge
solo. Su nexo se encuentra en el amor a lo exagerado. Por tanto, ni el Kitsch es el Camp ni el Camp
es el Kitsch, pero los dos podrían ser Elizabeth Taylor.
Charlie W.
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