Un año más, la ciudad de Barcelona acoge en su
seno la World Press Photo, una exposición mundial de fotografía periodística organizada
entre la Fundación Photographic Social Vision y el Centre de Cultura Contemporània
de Barcelona (CCCB). El resultado de ésta son las 143 fotografías ganadoras del
premio internacional de fotoperiodismo, al que se han presentado más de cinco
mil fotógrafos. “Face reality” era el lema de este año, haciendo un retrato
directo de las distintas realidades del planeta. La imagen se convierte así en
una muestra del punto en el que estamos y del lugar que ocupamos en el mundo.
Si bien es cierto que las fotografías son
terriblemente efectivas –muchas de ellas dolorosas– también podemos
cuestionarnos la figura del autor. En palabras de Susan Sontag, «mientras las
personas reales están por ahí matándose entre sí o matando a otras personas
reales, el fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto
fragmento de otro mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos» (Sobre la fotografía, 1973).
Al leer las cartelas que acompañaban a cada
fotografía, cada vez se generaba en mí una polaridad más clara. Es decir, en la
World Press Photo podemos encontrar –al margen de temáticas establecidas por la
organización– un primer grupo de fotos puramente periodísticas, mecánicas,
aquellas en las que el autor estaba en el momento y el lugar preciso. Por otra
parte, encontramos un segundo grupo de fotos más elaboradas en las que se
plasma un sentimiento, en las que el sujeto va más allá.
Así pues, este primer grupo de fotos mecánicas me
llevó a pensar en la capacidad del ser humano de mantenerse ajeno a lo que le
rodea únicamente por lograr su objetivo. Pongamos por caso Wounded Baby,
Aleppo, de Sebastiano Tomada, en la que se nos presenta a un niño solo y
asustado, llorando en uno de los pocos hospitales que quedan en pie tras el
conflicto sirio. Me recordó inmediatamente a la famosísima fotografía de Kevin
Carter, La niña y el buitre, por la que recibió un premio Pulitzer pero
de la cual se dice que fue la causante de su suicido. Ahí está el debate: ¿es
posible que un fotógrafo pueda alejarse tanto del horror que le rodea por el
mero hecho de fotografiar lo que está viendo? ¿Es un héroe por presentar la realidad?
¿Su trabajo es casual, un momento oportuno, un golpe de gracia? ¿Está hueca de
sujeto su obra? ¿Cuánto hay de amarillismo en ella? Prefiero que tú, lector,
respondas por ti mismo.
Wounded Baby, Aleppo Sebastiano Tomada |
El contraste se produce con el segundo grupo, con
aquellas fotografías que me hicieron ver que, al margen de ser periodísticas,
tenían un trabajo más elaborado, en las que el sujeto no era únicamente el ser
fotografiado sino en las que también el fotógrafo tenía la capacidad de
intervenir. Un ejemplo es la serie de fotos Mirella, de Fausto Podavini,
en la que se narra la historia de un matrimonio de cuarenta años, el de Mirella
y Luigi. El autor nos muestra como ella, ahora en la vejez, se dedica por completo a su marido afectado por el Alzheimer. Y es aquí
donde aparece el fotógrafo como artista. No es un instante que muestra una
realidad, es un proceso de contacto con los sujetos, es un conocimiento del
estado de la cuestión, es la unión entre artista y obra. El fotógrafo, a pesar
de dedicar su trabajo a la prensa, es capaz de hacer arte de aquello que ve.
Mirella Fausto Podavini |
Con esto no estoy queriendo decir que el trabajo
de los fotógrafos propiamente periodísticos sea menos que el de los artísticos. Por
supuesto que encuentro valeroso adentrarse en una guerra y tomar capturas de lo
que sucede. Pero no puede compararse el trabajo de unos con el de los otros. Al
igual que no es el mismo trabajo el de aquel que escribe una novela que el del
que redacta noticias en un periódico, no podemos igualar la diferente forma de
trabajar de ambos fotógrafos.
Así pues, os guste un tipo de fotografía u otra,
seáis partidarios del sujeto o tengáis preferencia por el objeto, o simplemente
queráis contradecirme y hacerme ver que lo que digo no se aguanta por ningún
lado, os invito a pasaros por el CCCB hasta el 8 de diciembre. Como mínimo,
aunque ese componente artístico os falte, podréis descubrir las realidades que
van más allá del mundo occidental.
Charlie W.
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