Estamos anclados. Maldita Posmodernidad. Llevamos
unos 40 años en los que no hemos avanzado nada. Y no, no me refiero a la
situación política. Ese es otro asunto. Aquí hablo de arte, de la práctica
artística a nivel mundial. Podemos afirmar con total rotundidad que hay muy
poco más allá de las performances americanas de los años 70. Por supuesto que
la aparición de nuevas tecnologías ha dado lugar a otros soportes insospechados
pero es el único cambio estimable. Todo lo que se está haciendo ahora es una
reinvención tras otra de la Historia del Arte.
La gente exclama: «¡El arte
contemporáneo apesta! ¡No tiene ningún sentido! ¡Quemad las obras del último
siglo!». Y no es una parodia. Me he visto en más de una conversación del
estilo. Quemémoslo, pues. Suprimamos el arte surgido en los últimos 100 años.
Eso sí: sepa aquel que lleve la antorcha que nos va a reducir a todos a cenizas.
Porque el arte, señoras y señores, es el máximo exponente de la cultura. Es el
mejor narrador que tenemos para explicar qué somos. Si algo refleja una obra es
el ser en el tiempo, una especie de dasein
heideggeriano. Podemos engañarnos creyendo que la televisión y el cine han destruido
la oralidad y la textualidad de la cultura, pero así olvidaremos que el arte ha
sido siempre visual y que su diálogo con nosotros no tiene palabras.
Al
ser actual le toca avanzar. Si el mundo ha cambiado, ¿por qué no puede hacerlo
él también? ¿Qué es lo que ha pasado para que no se produzca un punto y
seguido? ¿Será desinterés? ¿Miedo, quizás? ¿Holgazanería? ¿Han muerto las
musas? O peor aún, ¿han muerto el arte y los artistas? Soy de los que opinan –supongo
que alguien más habrá– que Danto no acertó al decir que el arte había muerto.
Defiendo que el arte sigue vivo. Pero débil. Al mismo tiempo, creo que también
puede haber sucedido un cambio de paradigma y que no nos hayamos dado cuenta.
Es decir, que el arte haya llegado a su fin o, si más no, esté detenido, y que la
práctica artística actual sea algo del mismo nivel pero con algo distinto. No
sé qué es ese algo. Pero en él radica el poco aprecio que la sociedad contemporánea
tiene por su arte. Porque es suyo. Si el arte es representante de una cultura,
lo que se está haciendo ahora representa a los seres que habitan el mundo.
Jaume Plensa Body of Knowledge 2010 |
¿Por
qué seguir aferrados al pasado? ¿Cómo puede avanzar una sociedad si no deja de
mirar hacia atrás? Tampoco estoy hablando de fijar la vista en un lejano
horizonte. Yo hablo del ahora. Debemos pensar en el momento actual. Si
realmente hay un desinterés por el arte contemporáneo, ¿cómo vamos a superarlo
si todavía se espera un regreso del Renacimiento? Me asusta pensar que podemos
estar reviviendo a los fantasmas del pasado, un Neo-Neoclasicismo zombie que se
nos acabará comiendo el cerebro unido a una sociedad contemporánea que está
cómodamente aposentada en un vacío artístico.
Warsheh Not Art 2014 |
Voy
a intentar especificar esto con dos ejemplos. Por una parte, la actual línea de
los fotógrafos con la doble exposición. Cada vez surgen más artistas que cogen
una cámara y mezclan un par de fotografías que superpuestas pueden dar lugar a
algo bello. Lo más positivo de esto sea, quizás, que muchos no utilizan retoque
por ordenador y eso contribuye en la dificultad de ejecución. Pero, ¿qué están
diciendo estas fotografías? ¿Son realmente representantes del siglo XXI? ¿Es
eso el año 2014? Qué mejor que la fotografía para hablarnos de un aquí y un
ahora concretos. Pero no dicen nada más. Este tipo concreto de arte no está
investigando nada nuevo, no propone un discurso diferente a los que han llegado
hasta ahora, no remueve la conciencia de la sociedad. En definitiva, es un arte
vegetativo, comatoso, moribundo.
Christoffer Relander We Are Nature Vol. III 2013 |
Por
otra parte, podemos pensar en la escultura hiperrealista. Increíble, ¿no? Es
como si, en cualquier momento, uno de los personajes que representan pudiera
empezar a moverse y hablar con nosotros. Tranquilos, no lo va hacer. ¿No eran
hiperrealistas las esculturas griegas, por irme a la otra punta de la Historia?
Perdónenme, pero la cara del sacerdote Laocoonte de los escultores de Rodas del
siglo I de nuestra era evoca una terribilidad que ya quisieran conseguir muchos
hiperrealistas. Ha avanzado la técnica pero el arte está parado.
Patricia Piccinini The Listener 2013 |
El
problema es, entonces, de base cultural. Son los seres los que parecen haberse
quedado detenidos. Ahí estamos desde hace décadas. Y las perspectivas de futuro
son muy negras. Dos soluciones veo: o se derriba todo lo pasado y se empieza
desde cero o estamos abocados al desastre. Si hay algo específico y único en el
arte contemporáneo es su capacidad para ir más allá de lo que se ve. Mientras
que Velázquez se somete a la familia de Felipe IV, el artista actual tiene la
posibilidad de atormentar a Felipe VI. El espíritu de crítica y ataque, allí es
donde se consigue llegar en el siglo XX. Por encima de la censura, el artista
de verdad lucha. Pero si se encuentra una sociedad que no le comprende y que
reniega de su arte en pro de los arcaísmos del pasado, ¿qué más puede hacer él
que insistir hasta resignarse? La sociedad debe aceptar de una vez por todas el
arte contemporáneo, acercarse a él e intentar comprenderlo, volverse crítica y
reaccionaria, para poder superarlo y llegar a lo que debe haber en el
horizonte. Vamos directos al suicido. Si matamos a la cultura, nos vamos a
acabar matando a nosotros mismos.
Charlie
W.
Y si el arte se produce de forma que no ha quedado estandarizado? Es decir, que no hay instituciones que lo recolecten, lo conviertan en obras tremendamente caras y se acabe homogeneizando. A mi parecer, el arte deambula por las calles, camina dentro de las personas y todos producimos arte, de una forma u otra, aquél que pinta el grafiti o el que recita una poesía en un local a micrófono abierto. Incluso puede haber arte escondido entre las hojas de unos apuntes. El arte es vida, pero como la propia vida es negada si no es pública, parece que el arte, de no ser público, ya no es nada.
ResponderEliminarEl problema aquí es realmente institucional. El museo, la galería y la casa de subastas marcan lo que es arte y lo que no. Yo apoyo totalmente el arte imprevisto, en las calles, en las casas, antiacadémico, plural, abierto. El problema que tienen ahora los artistas es saber hacia donde dirigirse y contra quien quieren ir. Esperemos que no lo engulla la banca.
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