domingo, 2 de febrero de 2014

La búsqueda del genio

Al hablar de genio en un ambiente cultural popular, con frecuencia se tiende a asociarlo a un personaje de la mitología semítica. El yinn, en árabe, es un ser capaz de tomar la forma de los seres vivos que le rodean además de poseer psíquicamente a los humanos. El concepto tiende más a percibirse como un cuento que a entenderse como una representación de algo que va más allá. De hecho, su paso evolutivo por la historia lo ha acabado convirtiendo en un ente capaz de conceder deseos, algo que se aleja de esa influencia mental sobre el hombre. Es decir, se ha desdibujado la capacidad de control del yinn sobre lo humano.

Caravaggio
San Mateo y el ángel (Primera versión)
1602
Si, en cambio, analizamos el genius latino, vemos que éste es un ser protector otorgado a los humanos en su nacimiento. Y ya sabemos que los romanos inventaron muchas cosas pero en lo que a mitología se refiere fueron muy buenos copistas. Así que el genius es, en realidad, una adaptación del daimon griego, una concepción muy teísta que recoge gran cantidad de acepciones. En lo que al sentido de genio se refiere, nos interesa esa idea del daimon como un ser de conexión entre lo divino y lo terrenal. Lo que nos lleva a pensar directamente en que daimon y genius serían absorbidos, entre otros muchos, por la tradición católica para dar lugar a los ángeles.







Así pues, yinn, daimon y genius son, por tanto, seres encargados de adentrarse en la mente humana para ejercer un control sobre ella. Tienen esa capacidad de traer algo del más allá al más acá. Son un límite, una frontera. Pero también son un hilo que unifica. Por ello podemos decir que los que son tocados por estos seres son dotados por el genio. Por alguna razón, su espíritu es capaz de gozar de ello.

Dejando atrás el mito y llegando hasta el logos, es decir, pasando de lo puramente popular a una facción filosófica –a pesar de que no siempre van separados ambos mundos–, Kant, el hablador del genio, diría sobre él que «es la capacidad espiritual innata (ingenium) mediante la cual la naturaleza da la regla al arte». Volvemos a encontrarnos con aquel genius que llega al humano en el momento de nacer. Kant comprende al genio como una figura que goza de un espíritu distinto al corriente. El genio es, pues, un ser posiblemente superior. Para los más puritanos, llamémosle distinto. Pero éste es capaz de ejecutar su capacidad casi divina sin reglas determinadas, sin cánones establecidos, como si tras él –o sobre él, o a su lado– alguien dictara cada una de sus acciones. El genio kantiano es incapaz de transmitir lo que posee a otros pero, al mismo tiempo, permite ser una fuente de inspiración.

Salvador Dalí junto al
Cristo de San Juan de la Cruz
En el arte contemporáneo, que es de lo que supuestamente aquí se viene a hablar, el genio tiene un nombre: Salvador Dalí. En él se unifica el ideario que hemos ido viendo. Es, porque sigue siendo y porque ni él mismo creía en su propia muerte, aquel que parece haber sido tocado por un ente divino para ejecutar su arte. No estoy diciendo que artistas como Velázquez o Vermeer, a los que el propio Dalí idolatraba, sean inferiores a él. A lo que me refiero es que hay algo en el surrealista, unas propiedades, un yo, que le dan esa potestad de genio. No es simplemente qué y cómo pinta sino también el proceso interno anterior a pintar. Hay algo que le dice qué debe hacer. Y puede que lo más sorprendente sea comprender que se dicta a sí mismo. Si lo que hemos entendido hasta ahora como genio tenía un componente humano y uno divino, parece que en Dalí son uno sólo. Él no nace con el genio sino que él ya es genio.

Debo seguir remarcando que no reniego de otros artistas. Soy capaz de ver la grandeza en decenas de ellos. Nuestra percepción artística no sería nada si no hubiéramos pasado por la perspectiva renacentista, por la realeza de Rubens, por el tremendismo de los románticos y por tantos elementos claves de la Historia del Arte. Pero lo que aquí se está debatiendo no es algo histórico sino filosófico. ¿Qué diferencia hay entre Goya y Dalí, si los dos podrían ser entendidos como genios? Me cuesta llegar a expresarlo pero creo que es precisamente esa posición del genio. Puede que a Goya le susurrara un ángel terrible en la oreja pero Dalí lo tiene en sus entrañas. Ahí está. El genio no se limita a estar en él sino que lo es; es un genio porque hace de él su propia obra de arte.

Reflexionando sobre el genio, llevo años intentando encontrar a alguien al mismo nivel que Dalí. Cuando me adentré en el mundo de Warhol empezó a aparecer esa genialidad. Y por un tiempo creí que él también era genio. Pero algo no me encajaba. Creo que lo que en Warhol falla es que reniega de esa capacidad. La extrema superficialidad en la que vivía lo hizo desinteresarse por el genio. A pesar de que estoy seguro que muy pronto supo que lo era. Además, hay otro hecho que me desestabiliza al intentar igualar a Warhol con Dalí. Viene a ser que el surrealista es anterior al progenitor del Pop Art. Quizás sólo puede haber un genio y lo es el que llega antes. ¿Y por qué no Frida, un genio femenino? Puede que ella no lo supiera. Incluso puede que se lo negara.

Sea como fuere, la realidad actual nos demuestra que no hay genio alguno entre nosotros. Con el fin del arte, hecho del que estoy totalmente convencido pero que no me pararé a desarrollar aquí, no se ha dado lugar para otro genio. Tal vez sólo puede haber un genio o acaso no nos hemos dado cuenta de otros. Por lo menos yo, repito, no soy capaz de encontrar ninguno más. Quizás lo que todavía no sé es qué es el genio y por ello no sé a quién estoy buscando.


Charlie W.

Os dejo con la entrevista a Salvador Dalí en el programa "A fondo" (1977) de TVE que ilustra muy bien a lo que me refiero cuando le llamo genio.

1 comentario:

  1. Me parece sumamente interesante el estudio etimológico que has hecho sobre la palabra genio. No es fácil dar respuesta a la ambiciosa que persigues en tu texto.Comparto la idea de que el "yinn" de Warhol se vio inundado en un mundo demasiado superficial que lo imposibilitó a desarrollar un el daimon daliloano. Sin embargo, como creo que tu también compartes, ese ángel terrible que susurraba a Goya algo así como que el sueño de la razón produce monstruos o la sensual imagen de Marylin que atormentaba a Warhol se vio estancada ante la mejor obra de Dalí: El mismo.
    Un debate muy interesante sobre el lado "más acá", del que me pregunto si es que acaso Goya, Warhol, Pollock o el mismo Kant tuvieron miedo a despertar.
    (Enhorabuena por llenarme de preguntas y reflexión con este texto)
    MP

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