domingo, 20 de abril de 2014

Los arquitectos de Dios

Semana Santa. Pasos, incienso, mantillas, cirios, Sevilla, saetas y la Virgen. Es irremediable desvincular la experiencia artística de la religión católica y mucho más en estas fechas. Al que dude de la unión del arte con los seguidores de Jesús, le recomiendo una de mis anteriores entradas. No puede obviarse que, si algo bueno dio la Iglesia al mundo, fueron los cientos de edificios, tallas, esculturas y frescos que mantendrían vivo el espíritu artístico hasta el Renacimiento. Pero el catolicismo no se ha desvinculado nunca del arte. Mejor dicho, los artistas se han dedicado a trabajar sobre él. A favor, en contra o de forma neutra, pero siempre parejamente. A continuación, algunos artistas que se dedicaron a construir la casa de Dios en el último siglo.

Cristo del altar de la Sagrada Familia
Quizás empiezo algo lejano, pero siendo yo de Barcelona y tratando este tema, cómo voy a dejar de lado la Sagrada Familia de Gaudí. No sé a vosotros, pero a mí me parece un edificio radicalmente moderno. Conjugar en un mismo espacio una catedral de torres neogóticas con esa Fachada de la Pasión que podría ser fruto de la Bauhaus sólo puede ser producto de un genio como Gaudí. Sabía muy bien lo que hacía. Bajo esas recargadas formas del Modernismo estaba ocultando un templo de silencio, de oración y de devoción, un concepto de iglesia que se alejaba de la farándula garrula de la que sigue sin salir la santa institución. Sólo hay que entrar y ponerse frente al Cristo para ver como Gaudí estaba despojando a los católicos del peso de la Iglesia, dejando una libertad de espíritu que recuerda a la cultura oriental. 


Nos vamos, ahora, a Japón, hasta la Iglesia de la Luz de Tadao Ando. Entre las dos obras han pasado más de 50 años, a pesar de que es mundialmente conocido que la Sagrada Familia no está acabada, y ambas son radicalmente opuestas formalmente, pero la esencia de lo sagrado es prácticamente igual. El arquitecto japonés consigue, desde el minimalismo, con una sencillez impecable, expresar lo inmaterial. La cruz del muro del altar, atravesada por la luz solar, provoca en el espectador algo que, para los más sensibles, puede llevar al contacto místico. No estoy hablando de llegar a ver a Dios. Pero esa luz no deja indiferente a un alma abierta. Sí, es una iglesia y, con ello, el nombre de Jesús está presente. Aunque a mitad del siglo XX ya se ve como el símbolo puede mucho más que la forma. Un fervoroso creyente necesita tocarle los pies a una figura de madera pero alguien que guarda su espiritualidad en el seno del alma puede tener una experiencia extática con tan sólo la luz, que no deja de ser Dios.

Tadao Ando
Iglesia de la Luz
1988 - 1989
Ese vínculo con la luz nos traslada a México, a la Capilla de las Capuchinas de Luís Barragán. El propio Tadao Ando la había visitado y estoy seguro de que su cruz lucero sale de aquí. Esta capilla sigue las palabras que su arquitecto proclamaba al recibir el premio Pritzker de arquitectura: «En proporción alarmante han desaparecido en las publicaciones dedicadas a la arquitectura las palabras belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento y también las de serenidad, silencio, intimidad y asombro. Todas ellas han encontrado amorosa acogida en mi alma, y si estoy lejos de pretender haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro». Barragán recuperaba el espíritu de algo sagrado en sus construcciones. Los elementos que habían desaparecido del lenguaje de los arquitectos lo habían hecho también del catolicismo. En el intercambio de favores entre curas y fieles se había perdido el alma. Barragán pretendía volver a unir al hombre con Dios, a pesar de que Él pudiera haber muerto y nadie se hubiera dado cuenta.  
Luís Barragán
Capilla de las Capuchinas
1953
Para finalizar, lo más actual que me viene a la mente es la Capilla Bruder Klaus de Peter Zumthor. Es el súmmum de lo espiritual. Una construcción en cemento quemado se eleva al cielo dejando un pequeño hueco en su interior por el que pasa la luz a través de un óculo lejano. El altar es un simple charco de agua que queda de la lluvia en el suelo de barro. Zumthor devuelve lo sagrado a la Tierra. Los hombres y los elementos vuelven a ser parte de un todo dentro de la capilla. Esta es, quizás, la construcción más alejada del Dios católico que hemos visto hasta ahora. Pero es también una de las que guarda el componente místico más potente. Cómo debe ser quedarse sólo en ese espacio diminuto, oliendo a tierra mojada e iluminado por el sol entre las nubes. El mundo se queda callado para que el creyente oiga la voz de Dios.

Peter Zumthor
Capilla Bruder Klaus
2007
Así se completa el ciclo. Si comenzábamos diciendo que la Semana Santa está cargada de elementos, lo espiritual es ahora silencio. Las trompetas y tambores que resuenan por España a lo largo de estos días son el vestigio de una religión que se ha quedado parada. ¡Ojo! Reconozco que soy un seguidor de los pasos de Semana Santa como una experiencia artística inigualable. Pero detrás de ello, la Iglesia sigue sin comprender la palabra de Jesús, porque el reino de los cielos no está más allá de uno mismo.


Charlie W.

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