domingo, 24 de noviembre de 2013

WORLD PRESS PHOTO 2013

Un año más, la ciudad de Barcelona acoge en su seno la World Press Photo, una exposición mundial de fotografía periodística organizada entre la Fundación Photographic Social Vision y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). El resultado de ésta son las 143 fotografías ganadoras del premio internacional de fotoperiodismo, al que se han presentado más de cinco mil fotógrafos. “Face reality” era el lema de este año, haciendo un retrato directo de las distintas realidades del planeta. La imagen se convierte así en una muestra del punto en el que estamos y del lugar que ocupamos en el mundo.

Si bien es cierto que las fotografías son terriblemente efectivas –muchas de ellas dolorosas– también podemos cuestionarnos la figura del autor. En palabras de Susan Sontag, «mientras las personas reales están por ahí matándose entre sí o matando a otras personas reales, el fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto fragmento de otro mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos» (Sobre la fotografía, 1973).

Al leer las cartelas que acompañaban a cada fotografía, cada vez se generaba en mí una polaridad más clara. Es decir, en la World Press Photo podemos encontrar –al margen de temáticas establecidas por la organización– un primer grupo de fotos puramente periodísticas, mecánicas, aquellas en las que el autor estaba en el momento y el lugar preciso. Por otra parte, encontramos un segundo grupo de fotos más elaboradas en las que se plasma un sentimiento, en las que el sujeto va más allá.

Así pues, este primer grupo de fotos mecánicas me llevó a pensar en la capacidad del ser humano de mantenerse ajeno a lo que le rodea únicamente por lograr su objetivo. Pongamos por caso Wounded Baby, Aleppo, de Sebastiano Tomada, en la que se nos presenta a un niño solo y asustado, llorando en uno de los pocos hospitales que quedan en pie tras el conflicto sirio. Me recordó inmediatamente a la famosísima fotografía de Kevin Carter, La niña y el buitre, por la que recibió un premio Pulitzer pero de la cual se dice que fue la causante de su suicido. Ahí está el debate: ¿es posible que un fotógrafo pueda alejarse tanto del horror que le rodea por el mero hecho de fotografiar lo que está viendo? ¿Es un héroe por presentar la realidad? ¿Su trabajo es casual, un momento oportuno, un golpe de gracia? ¿Está hueca de sujeto su obra? ¿Cuánto hay de amarillismo en ella? Prefiero que tú, lector, respondas por ti mismo.

Wounded Baby, Aleppo
Sebastiano Tomada

El contraste se produce con el segundo grupo, con aquellas fotografías que me hicieron ver que, al margen de ser periodísticas, tenían un trabajo más elaborado, en las que el sujeto no era únicamente el ser fotografiado sino en las que también el fotógrafo tenía la capacidad de intervenir. Un ejemplo es la serie de fotos Mirella, de Fausto Podavini, en la que se narra la historia de un matrimonio de cuarenta años, el de Mirella y Luigi. El autor nos muestra como ella, ahora en la vejez, se dedica por completo a su marido afectado por el Alzheimer. Y es aquí donde aparece el fotógrafo como artista. No es un instante que muestra una realidad, es un proceso de contacto con los sujetos, es un conocimiento del estado de la cuestión, es la unión entre artista y obra. El fotógrafo, a pesar de dedicar su trabajo a la prensa, es capaz de hacer arte de aquello que ve.

Mirella
Fausto Podavini

Con esto no estoy queriendo decir que el trabajo de los fotógrafos propiamente periodísticos sea menos que el de los artísticos. Por supuesto que encuentro valeroso adentrarse en una guerra y tomar capturas de lo que sucede. Pero no puede compararse el trabajo de unos con el de los otros. Al igual que no es el mismo trabajo el de aquel que escribe una novela que el del que redacta noticias en un periódico, no podemos igualar la diferente forma de trabajar de ambos fotógrafos.

Así pues, os guste un tipo de fotografía u otra, seáis partidarios del sujeto o tengáis preferencia por el objeto, o simplemente queráis contradecirme y hacerme ver que lo que digo no se aguanta por ningún lado, os invito a pasaros por el CCCB hasta el 8 de diciembre. Como mínimo, aunque ese componente artístico os falte, podréis descubrir las realidades que van más allá del mundo occidental.

Charlie W.

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